jueves, 26 de enero de 2012

Al cielo, sí, pero pasando por caja.

Todas las imágenes cortesía de www.boardgamegeek.com 
 
Vamos a iniciar el blog con una reseña de un juego publicado hace poco, y que entre otras cosas tiene una calidad de componentes altísima. Se trata de The Road to Canterbury, de Alf Seegert, un diseñador poco prolífico con tan solo tres juegos en su haber.


Tras el asesinato de Thomas Becket en el año 1170 la catedral de Canterbury se convirtió en un popular lugar de peregrinaje. Doscientos años después, Geoffrey Chaucer escribía Los Cuentos de Canterbury, en los que narraba las historias de un grupo de peregrinos que viajaban a la catedral. Uno de esos cuentos, el del vendedor de indulgencias, es el que ha servido de inspiración para este juego.
Los jugadores se convierten en vendedores de indulgencias que se ganan la vida vendiendo a los peregrinos perdones para sus pecados. Pero para vender el perdón, primero tiene que haber un pecador al que vendérselo, de modo que el primer objetivo de los jugadores es hacer que pequen para luego ofrecerles, por un módico precio, su indulgencia. El objetivo del juego es ganar dinero, y se llevará la victoria el jugador que más monedas haya conseguido reunir cuando los peregrinos lleguen a Canterbury y finalice la partida.

Componentes del juego
Nos hallamos ante un juego con un nivel de calidad en los componentes muy elevado. Todo está maravillosamente ilustrado, con fragmentos de obras de El Bosco y del manuscrito de Ellesmere de Los Cuentos de Canterbury, que data de principios del siglo XV.


Quizá lo único criticable del apartado gráfico sea el hecho de que las monedas tienen también ilustraciones con un número para indicar su valor, en vez de representar eso, monedas. Pero se le perdona por lo bien ambientado que está el juego.
Como hemos dicho, la calidad de los componentes es muy destacable. Comenzando por una caja de cartón grueso y bastante resistente (y bellísimamente ilustrada), pasando por un inserto en el que todo encaja a la perfección (algo de aire hay, me temo), hasta unos tableros también bastante gruesos y resistentes. Las cartas de peregrino, que son solamente siete, son de cartón grueso, así como las hojas de referencia de los jugadores. Además de una hoja de referencia, cada jugador tendrá un puñado de cubitos de corrupción y una bolsa de tela para ir guardando las monedas que gane y mantenerlas en secreto.
También hay tres mazos de cartas: el de pecados, el de perdones y el de reliquias. Las cartas son de una calidad normal y muy agradables al tacto.


¿Y a esto cómo se juega?
Básicamente se trata de un juego de mayorías para dos o tres jugadores. Aunque se ve que el diseñador pensó la mecánica basándose en el tema, al final le ha salido un juego bastante abstracto y con el tema más bien pegado. Los jugadores en cada turno usarán una carta de su mano y robarán otra. Y así hasta finalizar la partida.

Hay dos tableros, uno que sirve para colocar los mazos de robo y otro en el que se colocan los peregrinos y los cubos de corrupción de los jugadores.


El tablero de colocación de cartas tiene espacios para el mazo de pecados, más tres cartas de pecado que estarán boca arriba en todo momento, pudiendo los jugadores robar una de las cartas descubiertas, que se sustituye inmediatamente por otra del mazo, o bien robar una carta del mazo. Con el mazo de perdones ocurre exactamente lo mismo, pero no así con el de reliquias, que no tiene cartas descubiertas y solo se puede robar del mazo.


En el tablero principal hay varias zonas. En el centro está el círculo del pecado, en el que están los siete pecados capitales. Alrededor de este círculo hay cuatro espacios. Uno para indicar por qué parte del viaje a Canterbury van los peregrinos. Los otros tres corresponden a compañías de peregrinos y en ellas siempre habrá una carta de peregrino.


Si un jugador juega una carta de pecado sobre un peregrino, colocará la carta junto a este y un cubo de corrupción en el espacio correspondiente del círculo del pecado. En el mazo de carta de pecado también hay cartas de muerte, no en vano los pecados capitales en inglés reciben el nombre de deadly sins, que se corresponden con el color de una de las compañías. Estas cartas se juegan automáticamente al robarlas un jugador y se colocan junto al peregrino de su color y cuentan como el pecado que cada peregrino lleva impreso en su carta. Por ejemplo, una carta de muerte junto al Hombre de Leyes cuenta como una carta del pecado de pereza.
Las cartas de perdón se corresponden con los pecados. Hay cartas para cada uno de los siete. Si un jugador juega una carta de perdón sobre un peregrino, perdonará todos los pecados de ese tipo que haya cometido el peregrino. Por ejemplo, si se juega una carta de perdón de la ira sobre un peregrino que tiene tres cartas de ira junto a él, le serán perdonadas las tres. Las cartas de pecado que sean perdonadas se voltean, no van aún al descarte. Al perdonar a un peregrino el jugador gana una cantidad de dinero variable, dependiendo de cuántos pecados ha perdonado de una vez. Ganará algo más si coindice que el pecado perdonado es el que actualmente denuncia la iglesia, lo que se marca con un peon en el círculo del pecado. Además colocará un cubo de corrupción de su color sobre la compañía. En la siguiente imagen, el jugador negro ha perdonado tres pecados al peregrino.


Poner cubos en todos los pecados del círculo proporciona dinero. El primer jugador en hacerlo se llevará una cantidad mayor que el segundo, y este una mayor que el tercero.
Una vez que un peregrino ha acumulado siete cartas, muere. El jugador que ha provocado su muerte se lleva una ficha de extremaunción, que le concede un turno extra al utilizarla. Una vez que el peregrino muere el jugador que tenga más cubos sobre el mismo manda uno de sus cubos a una etapa vacía de la ruta a Canterbury. Todos los demás cubos permanencen sobre el peregrino.
Al morir un peregrino, se roba otro del mazo para sustituirlo, pero la carta del fallecido se coloca boca abajo junto al nuevo peregrino y conservando los cubitos que tuviera encima, ocupando un espacio de los siete que tiene disponibles el peregrino, de modo que este recién llegado fallecerá cuando se le añadan seis cartas. Al fallecer este se procederá igual, de modo que el siguiente morirá cuando tenga cinco cartas.
Una vez que hayan fallecido los suficientes peregrinos como para tener cubos en todas las etapas del viaje, las compañías de peregrinos han llegado a Canterbury y la partida finaliza. En este momento se comprueba quién tiene mayoría de cubitos en la ruta a Canterbury, en los peregrinos de cada una de las tres compañías y en el círculo del pecado, obteniendo dinero por ello. Tras esto, se hace un recuento final de dinero, resultando ganador el jugador que mayor fortuna haya hecho.

Habías dicho algo de unas reliquias...
Además de las cartas de pecado y de perdón los jugadores pueden robar cartas de reliquia. Estas reliquias son objetos de nombre delirante (los Huevos Revueltos de San Benedicto, los Gallumbos de San Nicolás o las Zapatillas de Baile de San Vito) que tienen habilidades especiales, como eliminar cubos del tablero, hacer que los demás jugadores se descarten de cartas o cambiar el pecado que denuncia la iglesia, por ejemplo. Aunque se puede ganar sin usarlas, algunas son realmente poderosas y pueden dar un empujón hacia la victoria bastante fuerte.


En resumen
Pues se trata de un juego bastante entretenido y que se juega en menos de una hora, lo que en ocasiones se agradece. No es especialmente sesudo, pero hay que pensarse muy bien las estrategias y buscar la manera de poner cubos en los peregrinos, que son las mayorías que dan más dinero al acabar la partida, y que sean los demás los que manden sus cubos a la ruta a Canterbury, que da algo menos.
Es muy recomendable. La lástima es que está un poco caro en tiendas, pero al ver la tremenda calidad de los componentes el precio queda justificado, al menos en parte.

1 comentario:

  1. Buena reseña

    Te me has adelantado, porque voy a reseñarlo yo también en breve.

    Saludos

    ResponderEliminar